Jean Daniel Lorieux, de reportero de guerra a fotógrafo del lujo por el lujo

“Estuve durante tres años en la guerra de Argelia, desde el 56 hasta el 59, pero después se cruzaron en mi camino el sol, la alegría y las mujeres”, explicó Jean-Daniel Lorieux. Y viendo las fotografías que se exponen estos días en el hotel Majestic –se venden a beneficio de la Fundación iRes–, es fácil entender a qué se refiere. Ahí estaban, rodeándole, algunas de sus imágenes más famosas. La que tomó de una serpenteante Carla Bruni con su guitarra para la portada de su disco Quelqu’un m’a dit, o la de Stephanie Seymour, con guantes de ópera y un corpiño bicolor de Dolce&Gabbana.

Lorieux, que a sus 82 años tiene ese aspecto que le hermana con otros miembros permanentemente bronceados de la órbita de la moda, como Valentino y su pareja, Giancarlo Giammetti, se paseaba entre sus fotos como si fuera el alcalde de un universo de fantasía en el que el cielo y el mar siempre son azulísimos y las piernas de las mujeres nunca miden menos de metro y medio. Lo del mar no es una forma de hablar. Lorieux, que se forjó en Vogue y L’Officiel en los años 70, hacía tantas fotos para una empresa tabaquera en una isla de las Maldivas que la compañía acabó comprando la isla para él. Cuando no le parecía que la playa lucía lo suficientemente paradisíaca, la hacía tapar con listones de madera. También hizo decenas de reportajes en las Seychelles, las Maldivas, Isla Mauricio, las Bahamas y Panamá. Su idea del lujo es la que tendría alguien que no lo ha vivido de cerca y quizá eso es lo que hace sus fotografías tan accesibles.


Hoteles y modelos

También los hoteles son importantes en la geografía de Lorieux: el famoso Hôtel du Cap, cerca de Cannes, y el Métropole y el Hôtel de Paris, en Monaco.Entre las que se venden estos días en el Majestic, con precios que van desde los 2.000 euros hasta los 10.000 hay una selección que proviene de algunos de sus editoriales más conocidos. Un tríptico de la modelo Li Sellgren con un casco de Paco Rabanne que le hace parecer una glamourosa Juana de Arco, en 1970, o una de las fotos más icónicas de las supermodelos de los 90: Karen Mulder, que siempre fue su preferida, en una lancha, con una bandera americana ondeando, dos tipos trajeados y, detrás, el skyline de Manhattan –con las Torres Gemelas intactas, claro– y un helicóptero sobrevolando, como si estuviera a punto de traer delivery del almuerzo.

En una foto que define su década, los 80, aparece modelo Terry Tate en la parte trasera de un descapotable, cruzando un puente en Bahrein rodeada de todo una guardia real de seguridad motorizada. Aunque no todos los props de Lorieux eran tan extravagantes. Otra de sus fotos más famosas es la de la modelo Triffie en bañador sosteniendo un atún gigante en cada mano.

Lorieux, que siempre tuvo una relación cercana con el poder, fue amigo de Jacques y Bernardette Chirac y tomó las fotografías para la campaña presidencial de éste en 1988. Antes, tuvo un curioso episodio amoroso con otra mujer que llegaría a ser primera dama francesa. En 1978, conoció a una jovencísima Cecilia Ciganer-Albéniz cuando fue a hacer fotografías al almacén peletero de la empresa familiar. Ella se convirtió en su asistente y no tardaron en empezar una relación. Acabaron prometiéndose en la casa de los padres de Cecilia en Montchauvet y se anunció la boda en la abadía de Royaumont. Finalmente, la ceremonia se anuló antes de producirse y Lorieux siempre ha sido discreto respecto a los motivos, que no aclaró en sus memorias, Confidence d’un voleur d’instants.

En la fiesta de presentación de su muestra se pudo ver a compañeros de profesión como Outumouro, y también a gente como la diseñadora Lydia Delgado, el polifacético Óscar Tusquets y la editora Diana Zaforteza. La fundación iRes, que se beneficiará de las ventas de las fotografías, trabaja en la reinserción de familias en situación de vulnerabilidad.


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