Patricia Lara: Mi abuelo era muy competitivo. Cuando mi hermano tenía cinco años, si perdía con él jugando a la escopeta de feria, se enfadaba

Hace cinco años que la barcelonesa Patricia Lara abrió en el este de Londres una galería de arte llamada The Ryder que hoy puede medirse sin dificultad con cualquiera de sus vecinas y que desde 2018 expone en ARCO. Cuando se planteó abrir un segundo espacio en Madrid, le pusieron en contacto con Josechu Carreras, que entonces era coordinador de exposiciones en Ivorypress, la galería y editorial de Elena Foster. La química se produjo, y ambos se asociaron para poner en pie el nuevo proyecto.

The Ryder Madrid se inauguró el pasado mes con una exposición llamada “Beauty & Spa Madrid”, en la que la artista coreana Geumhyung Jeong realizaba una turbadora performance que ponía al descubierto nuestra relación con los objetos, la sociedad de consumo y los propios límites de nuestro cuerpo. Según aseguran, no hay a la venta un vídeo que documente la acción, ni se comercializan tampoco los maniquíes y utensilios que la artista utilizó para llevarla a cabo y que componen la exposición. Fue una decisión comercialmente arriesgada, lo que casi resulta irónico si tenemos en cuenta que, como nieta del fundador de la editorial Planeta, José Manuel Lara, Patricia (“Pati”) pertenece a una de las sagas empresariales más prósperas de este país.

Empezar precisamente con esta exposición parece una apuesta muy fuerte. ¿Queríais simplemente hacer algo llamativo en la apertura, o hay que entender esto como una declaración de principios?
Josechu Carreras: Es una mezcla de cosas. Pero la primera razón, siendo sinceros, es que Geumhyung Jeong nos gustaba mucho. Nos parecía una oportunidad tan buena trabajar con ella, tener el orgullo de exponerla en nuestro espacio y entrar en su mundo… Lo primero que le dijimos fue que qué suerte habíamos tenido, y le dimos las gracias.
Patricia Lara: La galería de Londres también se abrió con una exposición de performance. Se llamaba Deux Chevaux y era un proyecto de William Mackrell. Lo que teníamos expuesto eran un coche y unas riendas, y una foto y un vídeo de documentación.
JC: Pati le ha dado a su galería de Londres un carácter que es lo que continuamos en Madrid. Lo único que hacemos ahora es seguir su estela. Y a esta moto yo me subí en marcha.

Habéis abierto The Ryder en Lavapiés, cerca de instituciones como La Casa Encendida y Tabacalera, y también de la calle Doctor Fourquet, que concentra algunas de las mejores galerías de arte contemporáneo de la capital. ¿Venir aquí fue entonces una decisión estratégica?
P.L.: Principalmente lo fue. Buscábamos una localización que estuviera cerca de galerías y centros de arte y empezamos por aquí. El barrio es además muy parecido a donde está la galería de Londres.
J.C.: Sobre todo es un barrio que se está gentrificando. Y está resistiéndose a esta gentrificación, pero llegará un momento en que será inevitable. De hecho, muchos extranjeros que están comprando residencia en España, su segunda, tercera o cuarta residencia, eligen este barrio. Por ejemplo, conozco a unos americanos que han comprado aquí.

¿Y sois conscientes del papel que asumís en ese proceso de gentrificación?
J.C.: Sí, de hecho en la cena de apertura alguien nos dijo eso, un poco de broma. Que nosotros somos el principal agente de gentrificación ahora mismo.

Es un momento delicado, donde mucha gente que vivía aquí se ha visto expulsada por las subidas de los alquileres. Pero en realidad el responsable de esto no es quien abre una galería o una librería y por tanto aporta vida cultural a un barrio. Posiblemente al malo de esa película, que existe, habría que buscarlo en otro lugar.
P.L.: Sí, en todo esto nosotros somos un poco marionetas. Los galeristas y también los estudios de los artistas que eligen estos barrios. Venimos a ellos entre otras cosas porque en un principio son más asequibles.

¿Consideráis que el proyecto es autosostenible económicamente?
P.L.: Completamente. Si no es autosostenible cerraremos, desde ya te lo digo. Puede que parezca que no es posible después de lo que has visto hasta ahora, pero wait and see (ríe). Si la pregunta es esa, no, no somos un museo.
J.C.: Somos vendedores natos.

Sobre esto, ¿crees, Patricia, que tus antecedentes familiares han influido en tu decisión de ser empresaria?
P.L.: Me ha ayudado, claro. Por haberme dado una fuerza y una estabilidad que quizá no ha estado al alcance de otras personas. Pero luego está mi carácter, que es un poco…
J.C.: Te lo digo yo, porque a ella le da apuro. Pati es muy peleona, muy correosa. Yo soy mucho más pijo que ella. Si yo propongo ir a un sitio en Cabify o pedir comida por Deliveroo, ella quiere ir en metro y me manda a comprar unos tomates y jamón a Carrefour. Pues así para todo.

Pero la imagen que tenemos de su abuelo justamente está más cerca de eso que dices que de lo pijo, ya que usas esa palabra.
P.L.: Sí, claro. La imagen de alguien más bien travieso y muy espabilado. Mi abuelo empezó abriendo el periódico y viendo quién vendía una lavadora y quién compraba una lavadora, y poniendo a esas dos personas en contacto para llevarse una comisión. Eso te da una idea de la picardía que tenía, que yo espero haber heredado, la verdad (ríen). Una cosa que decía él es que la clave del éxito pasa por tener un buen equipo. Si ellos van a hacer algunas cosas mejor que yo, ¿por qué no tenerlos cerca y aprender?

¿Tienes algún recuerdo de José Manuel Lara que te haya marcado, entonces?
P.L.: Mi abuelo empezó a perder la capacidad de raciocinio cuando yo empezaba a ganarla. Así que mi contacto con él fue escueto. Lo que sí recuerdo es que era muy competitivo. Hasta con mi hermano pequeño. Cuando él tenía cinco años y estaban jugando con una escopeta de la feria, mi abuelo se enfadaba con él si le ganaba. Era muy peleón.
J.C.: Pues como tú.

Por tu parte, Josechu, tienes por tu familia cierta vinculación con el mundo del arte. Pero además, antes de asociarte con Pati has trabajado durante siete años con Elena Foster en Ivorypress. ¿Ha sido esa una escuela importante para el nuevo proyecto?
J.C.: Lo ha sido todo. Como dices, yo crecí en un entorno muy relacionado con el mundo del arte, por mi madre, que trabajó en el Prado y Fundación Juan March. Desde niño me han llevado a las galerías. Pero luego he aprendido a montar exposiciones con Elena Foster. Así que todo lo que sé de este trabajo ha sido gracias a Ivorypress, sin lugar a dudas. Allí todo es perfecto, y lo que esté por debajo de esa perfección es un fallo. Eso es algo que aprendí de Elena Foster.

En una conversación anterior me dijisteis que consideráis que vuestro público objetivo no necesariamente está en Madrid, sino que trabajáis con un alcance más global. ¿Son vuestros coleccionistas de las galerías de Londres y Madrid entonces los mismos?
P.L.: Imagino que no son exactamente los mismos, aunque no conozco tanto a los de aquí. Lo que sí que sé es que estamos jugando en una cancha muy grande, que es la del mundo. No tienes por qué reducirte. Si evitamos los nacionalismos y tenemos una mirada amplia podremos centrarnos en lo interesante, que es el discurso del artista. Él es quien tiene algo que aportarnos.
J.C.: Tanto Pati como yo hemos vivido mucho fuera de España, por eso nuestro radio de acción no han sido Barcelona y Madrid. En todas las cosas que yo he hecho en mi vida, jamás me ha limitado una ciudad.

Sin embargo hay una realidad, y es que estáis anclados en la escena artística madrileña. ¿Qué queréis aportar a esa escena?
P.L.: Tenemos la esperanza de aportar un puente entre Londres y Madrid, entre los agentes culturales de ambos sitios.J.C.: Cuando viajo, una cosa que siempre hago es ir a las galerías de arte. Y si una exposición me inspira, siento que tengo que saber más sobre el artista, conocer sus trabajos anteriores, ser más listo para entenderlo mejor. Pues a lo que aspiramos es a que esto sea una experiencia que te haga llegar a casa e investigar sobre los artistas. Que te inspiren. Sin la cursilería con la que se suele utilizar esa palabra, ¿eh? Hablo de que te inspire a buscar, a mirar, a aprender y hacerte más listo. Y todos podemos entender lo que es el arte. Y a todo se llega, igual que todos nacemos artistas. Los niños todos lo son.

Eso decía Picasso, al parecer.
J.C.: Yo lo veo en mis hijas. Esta mañana he salido de casa, y las dos veían una película, pero al mismo tiempo estaban recortando y pegando cosas. Y todos somos así, hasta que un día no sé qué nos pasa, o si es algo que ocurre en el colegio, que nos dicen “ya eres mayor, para con esto”, pero se nos acaba.

Supongo que eso es la cultura, la sociedad. Que nos construye como seres adultos, nos modela, y en ese modelado perdemos algunas cosas. También puede ser simplemente una cuestión de madurez.
J.C.: Posiblemente, sí. Quizá los artistas tengan eso de ser un eternos Peter Pan. Lo del arte muchas veces es una lotería. Te dices, “a ver si me sale, porque como me salga…”. Y es una gran vida si lo consigues.

Sin embargo, en España no hay mucha tradición de que el público entre en las galerías. ¿Queréis promover que esa barrera caiga?
P.L.: Nos encantaría. Y generar actividades en este espacio, que sea lugar de reunión, de reflexión, y que las exposiciones sirvan como pretexto para que aquí ocurran otras cosas. Estamos ahora trabajando en ese programa.
J.C.: Si la gente no va tanto a las galerías, es un problema de la educación que han recibido. Nosotros estamos abiertos a que a esta galería venga todo tipo de gente. Y no tienen por qué saber nada de antemano. De hecho, ¿por qué iban a saberlo si no están metidos en esto? Pues para eso estamos nosotros, para contárselo. Somos proactivos en eso.

¿La idea es crear una cierta comunidad alrededor de la galería?
J.C.: De hecho, muchos de los galeristas de Madrid son amigos nuestros incluso antes de nuestra vida profesional. Yo no creo en la competencia como algo malo, creo en la competencia buena.
P.L.: Además siempre se genera una comunidad de manera muy orgánica. En Londres ya nos pasó. Con la gente que va asiduamente a la galería, con los artistas, con otra gente que te sigue o cuyo trabajo admiras, y con los que quieres mantener el contacto. Pues aquí esperamos que sea igual.

Pese a que el arte latinoamericano vive un buen momento en el mundo, por algún motivo el arte español contemporáneo no ha logrado subirse a ese carro. ¿Habéis reflexionado sobre este fenómeno?
J.C.: Es verdad que cuando aquí empezó a comprarse arte contemporáneo, en los años 80, se convirtió en un fenómeno muy local en el que coleccionistas españoles compraban sobre todo arte español…
P.L.: En el fondo es muy sencillo. El MET tiene un departamento de arte latinoamericano. Y ahí España no entra. Y el coleccionismo está influenciado por esas instituciones que legitiman y respaldan.
J.C.: Y luego hay cosas muy básicas, como la cuestión del idioma. Sin hablar inglés no te sientes con la seguridad de salir, de irte a vivir a otro lado. Hay una cosa un poco insular en España. Aunque ahora empieza a pasar que sí los hay que salen, como Rosana Antolí, que es una artista nuestra. Y claro, ocurre también que el mercado español es muy limitado. Son algo así como las virutas de la tarta. ¡Es que Londres es el 26% de esa tarta!
P.L.: Si podemos también contribuir a la visibilidad del arte español estaremos encantadísimos. Para mí ha sido una gran frustración tratar con muchos artistas españoles que aquí son muy conocidos, y que cuando sales y tienes conversaciones con gente del mundo del arte ves que no los conocen. En Londres, por ejemplo.

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