Los milmillonarios socios de Piqué en su aventura tenística
La Copa Davis nació justo al inicio del siglo XX, cuando un puñado de jugadores de Harvard decidieron retar a sus homólogos ingleses a un torneo de tenis sobre hierba. Uno de ellos, Dwight Davis, el capitán estadounidense, decidió diseñar y otorgar un trofeo al ganador de la competición: cuatro partidos indiviuales y uno de dobles. Un trofeo que adoptaría el nombre de Davis, futuro ministro de Guerra durante los años 20 y posterior gobernador de Filipinas. Gerard Piqué presentó recientemente la nueva estructura de la competición, con el respaldo de la Federación Internacional de Tenis (ITF): se conservan el trofeo y el sistema de enfrentamientos, pero todo lo demás ha cambiado: "quiero", dijo Piqué en la presentación en Nueva York, a principios de septiembre, "que la gente pase la mejor semana de su vida".
Es un empeño en el que el futbolista y empresario ha gastado años de su vida, hasta conseguir convencer a la Federación de que la Davis estará en sus manos -y las de sus socios- mejor que en ninguna otra parte. El compromiso de invertir hasta 3.000 millones de euros en 25 años, con dos de los hombres más ricos del planeta (y más conocedores del tenis por dentro) respaldándolo, también ha ayudado. Y la prueba de fuego será el primer torneo en Madrid, en la Caja Mágica, una semana de "finales" en la que las mejores selecciones de tenis del mundo se enfrentarán entre sí, en un espectáculo que aspira a convertirse en el mayor negocio de este deporte.
Los dos milmillonarios quizás sean menos visibles que Piqué, pero son indispensables para entender por qué la apuesta de la Davis está removiendo el tenis (la ATP quiere "contraprogramar" la nueva Davis de la ITF) con un torneo de nuevo cuño a celebrar a principios de enero): una es Hiroshi Mikitani, el socio y amigo deportivo de Piqué. El japonés de 54 años tiene una fortuna estimada de 5.000 millones, y es más conocido por ser el dueño de Rakuten, ese Amazon japonés valorado en unos 10.400 millones de euros y que se deja un mínimo de 55 millones por temporada en decorar la camiseta del Barça (un acuerdo mediado por Piqué, por cierto). Pero también es un inversor mayoritario en Cabify y en Lyft, dueño de un equipo de fútbol de la primera división de la J League japonesa -el Vissel Kobe-, mecenas de la Filarmónica de Tokio… Y, desde 2009, patrocinador del Open de Tokio, el más antiguo de Asia, con campeones como Novak Djokovic.
En 2009, otro de los hombres más ricos del planeta, Larry Ellison (cuya fortuna actual se estima en 62.500 millones de euros), compró el torneo de tenis de Indian Wells. El fundador de Oracle, el más feroz competidor de Bill Gates en la carrera de los milmillonarios tech de los 90, entraba en el tenis por tres razones. La primera, su afición por el deporte en general. La segunda, su pasión por el tenis, encarnada en la figura de Rafa Nadal, su jugador favorito (y amigo de Piqué). La tercera, la idea de convertir un torneo en un negocio espectacular, un poco el modelo que todos las competiciones del circuito a este lado de los cuatro Grand Slam intentan seguir. Indian Wells se considera extraoficialmente el "quinto" gran torneo. Es el que más dinero da a los jugadores fuera de los cuatro grandes -y de las recientes finales de la ATP- y, sobre todo, es el que más dinero da a su ciudad y a su organización.
Bajo el mandato de Ellison, en 10 años Indian Wells se ha convertido en el paradigma del tenis actual: una superproducción en la que el deporte es tan sólo una excusa para ofrecer una experiencia de lujo, superproducida y en constante innovación. Ellison tomó varias medidas tras la adquisición: la primera, imponer el "ojo de halcón" en los torneos, una extravagancia tecnológica que debutó en Indian Wells y que hoy es parte de todos los torneos ATP. Todo, con tal de hacer del tenis un espectáculo capaz de atraer presencialmente a cerca de 450.000 espectadores, y de mover más de 375 millones de euros en la región durante las dos semanas que dura el torneo. La última edición, por ejemplo, ha contado con los encargados de organizar la Super Bowl, las World Series del baseball y casi cualquier gran evento deportivo estadounidense. Para convertir el torneo de Coachella -el valle californiano donde se celebran el torneo y el festival- en un espectáculo lleno de música, DJ de renombre calentando la pista, y jugadores haciendo entradas triunfales al son de sus temas favoritos en un show medido al milímetro.
El impacto del modelo Indian Wells es fácil de ver en el tenis: casi todos los grandes Open han cuadruplicado sus premios en la última década. Y, casi todos, con el ejemplo de Indian Wells, Miami y Madrid (que en 2009 optó por lo contrario de Tokio: pasar de evento masculino a acoger también a la WTA) a la cabeza, se han convertido en grandes negocios -y lugares donde cerrarlos- y sitios donde dejarse ver, con gente pegándole a la pelota al fondo. Madrid hace cinco años ofrecía 3,6 millones en premios. En 2019, han sido el doble: 7,2 millones. Y el torneo ofrece un beneficio neto de más de 100 millones a los organizadores.
A finales de 2018, Piqué anunciaba que Mikitani y él tenían un nuevo socio inversor en la aventura de la Davis: Larry Ellison. El respaldo del creador de la empresa que ha sostenido durante años con su software desde gigantes como Ford hasta agencias como la CIA, fue todo lo necesario para que la ITF, incluso entre sus turbulencias -cambiaron de presidente a principios de este año- confiase en la aventura de Piqué. Que la apuesta sea a 25 años también encaja con el caracter de sus dos socios, y explica mejor la "polémica" que rodea a la nueva Davis -que, siendo generosos, llevaba años siendo un evento federativo en declive en comparación con los torneos ATP-. El tridente que forman los tres emprendedores puede que sea la punta de lanza de un nuevo modelo de organización deportiva. Y sí, de paso habrá selecciones jugando al tenis en nombre de una copa creada hace casi 120 años por un universitario.
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